Nos queda la palabra
Lamentablemente, la palabra perdió el sentido, ya que no es tenida en cuenta por su significado, sino por su apariencia. De allí que mucha gente invierta mucho tiempo en decir lo genial que es en lugar de demostrarlo.
Rico y generoso, nuestro idioma tiene, según el Diccionario de la Real Academia, 90 mil palabras.
En el Congreso Internacional de la Lengua realizado en Rosario en 2004 se informó que hoy un adulto no usa más de 2 mil.
Y Pedro Barcia, presidente de la Academia Argentina de la Lengua, advirtió hace poco que los jóvenes apelan apenas a 200.
Nos espera un cautiverio de la libertad de expresión. El hombre no va a tener libertad para decir lo que quiere, ni matices. Nos espera un empobrecimiento gradual del intelecto porque la persona piensa con palabras, distingue gracias a las palabras una realidad, dice Barcia.
Esta agonía de la palabra, que el lector Hellman describe de un modo puntual y acertado, va aparejada con el desarrollo explosivo de la tecnología de la información y la comunicación, que aunque tenga este nombre conecta mucho más de lo que comunica.
Un florecimiento de artefactos, adminículos, técnicas y vías que, antes que medios para comunicar y enlazar pensamientos, presencias y personas reales entre sí, se han convertido en fines en sí mismos.
El multitasking (trabajo múltiple) como se denomina al ejercicio de estar conectado hasta con cinco pantallas, consolas y teclados al mismo tiempo señala el apogeo de esa tendencia y, al mismo tiempo, la anorexia de la palabra.
Comentarios
Publicar un comentario