La fotografía ha muerto,¡¡viva la posfotografía!!


La fotografía ha muerto, ¡¡viva la posfotografía!!
Por Jorge Carrión
The New York Times Esp

Al menos 49 personas han muerto en los últimos dos años por culpa de una selfie excesivamente arriesgada. Cada semana, esa palabra es mencionada en 365.000 publicaciones de Facebook y en 150.000 tuits. Y en Instagram hay unos cincuenta millones de fotos etiquetadas como selfies.
Los datos están en la web de estadística Priceonomics y parecen quedarse cortos si se tiene en cuenta que el 30 por ciento de las imágenes que capturan los jóvenes de entre 18 y 24 años son autorretratos. Una de cada tres instantáneas tiene como objetivo tu propio yo.
La fotografía ha dejado de ser generosidad, apertura al otro, seducción, tú, vosotros; se está volviendo sobre todo autorretrato, egoísmo, autoafirmación, yo-yo-yo.
Nos acribillamos a nosotros mismos mediante ráfagas de selfies con menos voluntad de registro que de mostrarnos ante nuestros amigos, familiares, posibles ligues o seguidores. La selfie es parte de lo que el fotógrafo, artista, escritor y profesor español Joan Fontcuberta, en su último ensayo, La furia de las imágenes. Notas sobre la postfotografía(Galaxia Gutenberg), llama con brillantez “fotografía conversacional”.
Junto con los emoticonos, las fotos que mandamos a través de mensajes de (no) texto o del WhatsApp, o las que compartimos en las redes sociales, se han vuelto lenguaje, aquellas mil palabras que según el dicho caben en una imagen elocuente.
La genealogía de la selfie nos remonta a principios del siglo XX: Edvard Munch, mientras se recupera de una depresión en una clínica de Copenhague en 1908, se toma una foto a sí mismo, tal vez para demostrarse que está mejor; seis años después, la duquesa Anastasia Rikolaevna, que entonces tenía trece años, se hace un autorretrato para enviárselo a un amigo; en 1920, los fotógrafos de la Byron Company de Nueva York se hacen la primera selfie de grupo. Se trata de un proceso de paulatino alejamiento, que conduce al selfie-stick. Es también un proceso de progresivo solipsismo.
Pensemos en términos de turismo: antes de que los teléfonos móviles permitieran el autorretrato en primer plano y que el palo asegurara la panorámica contigo dentro, lo normal era pedirle a alguien que te hiciera una foto.
Existía la posibilidad de la interacción, de la conversación. Ahora con Google Maps y el GPS ni siquiera necesitas preguntar cómo llegar al lugar que estás buscando. Usted está aquí, te recuerdan los sensores y los satélites: es imposible perderse.


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