La cultura mundo y el consumismo
Leer
el siguiente texto, subrayar las ideas principales y numerar los párrafos en
forma correlativa. Por ejemplo, el que
comienza “Cada uno de nosotros…” es el número 1; “los bienes tienen tal
importancia…” es el número 2, etc. hasta el final. El párrafo 8 comienza
diciendo “Lo que hoy se comercializa…” y el 18 “el mercado se ha convertido…”
Cada uno de
nosotros somos ciudadanos y actores económicos que ya no somos pasivos, por el
contrario, mujeres
y hombres activos e informados, preocupados e inquietos, que cuando actúan
en el ámbito del
mercado lo hacen desde lo emocional, para el consumo de experiencias buscando
significado en los
bienes, y desde lo reflexivo.
Los bienes tienen
tal importancia en nuestra sociedad que deben ser observados en su relación
profunda como herramienta de ciudadanía y no solo como mero factor de consumo.
A través del
consumo se significa una sociedad, y por ende podemos hablar de una verdadera
Cultura hiperconsumista en nuestro siglo.
Concebir el consumo
como un acto de carácter irracional, compulsivo e inútil es un lugar común,
una simplificación
similar a entender a los medios de comunicación como omnipotentes marcadores de
conducta sobre mujeres y hombres.
Ni siquiera se
trata ya de analizar el consumo como un fenómeno refugiado en determinados y minoritarios
sectores sociales sino que su práctica penetra en todos los estratos, sin
normativas
que lo segmenten,
sin obligaciones de pertenencia de clase, por fuera de los marcos institucionales.
El consumo como
justa aspiración
Afirmamos que no
toda forma de consumo es buscar apropiarse de valores de otras clases
superiores, “el consumo habla en los sectores populares de sus justas aspiraciones
a una vida más digna”, es expresión de una identidad cultural de la que todos
somos parte y de la que el consumo se ha convertido de una práctica en un
derecho, el consumo es también hoy un rasgo de ciudadanía.
Vivimos en una
sociedad marcada por la “democratización
de los deseos”, donde no se tiene solo como objetivo la adquisición de lo
estrictamente necesario ya que “lo superfluo se ha convertido en una legítima aspiración
de masas”, una sociedad que tiende a la ligereza, a la liviandad, y en ese
marco el consumo juega un rol particularmente importante.
Lo que hoy se
comercializa no son productos sino esencialmente experiencias, las personas no
adquieren bienes
por lo que tienen de eficaz o por su función sino por los valores que pueden representar
para cada uno de nosotros. La lógica del valor de cambio y del valor de uso es sustituida
por la del valor-signo.
Las cosas ya no se
venden por lo que tienen de mejor, eso ya no es suficiente, se requiere ahora
de la innovación comunicativa que lleve a dotar de sentido a las cosas,
significado, espíritu, un símbolo: se trata de la presencia protagónica de la
publicidad y el marketing creativo, “la comunicación
tiene que tener la forma del espectáculo”.
El consumo es un
espacio de diferenciación, pero también un espacio de encuentro y comunicación.
Hechos sociales cotidianos como salir a comer, concurrir a un cine o ir de
compras
son prácticas de
consumo vinculadas con la sociabilidad, tanto para incluidos como para
excluidos,
“consumir es
intercambiar significados”.
De acuerdo a
nuestros consumos nos mostramos, nuestra identidad se manifiesta por signos
externos que se
insertan en bienes físicos, y cuyo valor realmente está dado en esa
significación
particular que
adquiere la cosa, para unos y otros. Nuestros consumos informan sobre nosotros,
nos expresan.
La cultura es la
manera de ver el mundo, de sentir el mundo, de sentirnos en el mundo, y como
consecuencia, de
obrar sobre el mundo. Por eso no existe una sola cultura, sino muchas que
cambian con el
tiempo y según los lugares geográficos en que se sitúan las comunidades, han
habido en la
historia de la humanidad miles de culturas diversas
La
Modernidad en crisis
En occidente,
nacido en la Europa del siglo XVI, ha prevalecido en los últimos cinco siglos
un
modelo cultural
llamado Modernidad, una forma de vida, una forma de ver el mundo, un conjunto
de creencias,
valores, experiencias, costumbres, ideas, que se consolidó en el siglo XIX en
base a
los pilares de la
Razón y el Progreso, poniendo la vista en el futuro, respetando las tradiciones
del
pasado, postergando
las apetencias personales, sometido a universales morales.
Este marco cultural
entró en crisis a partir de los terribles momentos históricos vividos en la
primera parte del
siglo XX con las carnicerías de la Primera Guerra Mundial, la brutal crisis
económica de 1930,
la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto judío y la detonación de la Bomba
Atómica, todos
estos estremecedores sucesos que llevaron al Hombre a cuestionar el destino de
progreso al que le
prometía conducirlo la cultura de la Modernidad.
A partir de la
década de 1970 la cultura de la Modernidad entra en una crisis que va a derivar
en
una transformación
fenomenal en el marco de un proceso mayor de cambio que será conocido
como Globalización
y que incluye no solo al plano cultural sino también al económico, social e
ideológico; con el
debilitamiento del poder político en el marco de la institución Estado como
centro cediendo su
lugar al poder económico en la figura del Mercado.
A partir de esa
transformación se genera un nuevo modelo cultural al que se le darán diversos
nombres como
Segunda Modernidad (Ulrich Beck), Posmodernidad (Jean Lyotard), Modernidad
Líquida (Zygmunt
Bauman), Hipermodernidad (Gilles Lipovetsky) o Sobremodernidad (Marc Auge), y
que para nuestro análisis tomaremos el de Cultura-Mundo, que le da el propio
Gilles Lipovetsky, y que recoge una idea mucho más afín al abordaje del
fenómeno del consumo en nuestra sociedad.
La Cultura-Mundo se
la define integrada por los siguientes componentes:
• Mercado
• Consumo
La
máxima referencia cultural
El mercado se ha
convertido en la máxima referencia cultural, ante la caída de sus contrapesos
institucionales,
como la familia o el Estado. Hoy el individuo se ve, se proyecta, mira el mundo
y
todo lo piensa en
términos de rentabilidad, éxito, dinero y competencia, una visión económica de
las cosas, eso es
la cultura-mundo.
Tener éxito es
sinónimo de ganar dinero, y ser célebre de ser famoso, desapareciendo los
valores
ajenos a lo
económico, inclusive las viejas instituciones se adaptan a esta novedad, la
escuela es
un servicio que
hace competir lo público con lo privado, las empresas públicas utilizan
criterios de
eficacia, el lujo
se pone de moda, el deporte es un espectáculo comercial.
1.
Mercado
El mercado absorbe
todas las actividades humanas, incluso algunas que considerábamos
totalmente ajenas a
lo económico como el arte, toda vez que dentro de la cultura-mundo no se
aspira a la ruptura
rebelde sino al éxito y a la fama. El mercado es el que consagra al artista y
del
arte subversivo se
ha pasado al arte bussines.
Un ejemplo es la
multiplicación de museos insertados en la lógica del mercado y el beneficio,
dentro de la cultura
hiper, convertidos en grandes templos arquitectónicos insertos en los flujos
turísticos a través
de la venta de la marca y el franquiciado.
Es que ha estallado
una cultura de consumo basada en la multiplicación de gamas y opciones, la
hipersegmentacion del
mercado, la aceleración del cambio, el uso desenfrenado del marketing,
grandes
superficies, comercio online, financiación, marcas, lujo, consumo de cosas,
consumo de
servicios, consumos
culturales. Hemos pasado del Capitalismo de Producción al Capitalismo de
Consumo.
Avanza la
unificación de la vida a través del mercado. A todo lugar donde vamos ya
fuimos, todos
con los mismos
anuncios publicitarios, todos con los mismos shoppings, todos con las mismas
indumentarias,
todos con la misma música. El único enfrentamiento legítimo debe darse en el
mercado ya que todo
otro enemigo que no sea el del mercado es ilegítimo o maligno. Vivimos
dentro de la
cultura Disney en la que se expone el totalitarismo del bienestar, “estar bien”
se ha
vuelto una
obligación, y estar bien se logra consumiendo.
2.
Consumo
El segundo puntal
de la cultura-mundo es el consumo marcado por una cultura hedonista que
exalta los placeres
y desdeña los actos sacrificiales. La diversión, la superficialidad y el humor
son
la referencia para
la vida. Una cultura liberada a la satisfacción del deseo y la tentación,
desculpabilizada,
que ha dejado atrás el tiempo de la heroicidad y la postergación, en la que
todo
lo que se quiere,
se quiere ya.
La cultura-mundo es
la de las marcas y los logotipos globales, de los famosos y las celebridades,
en
la que se consumen
más que objetos materiales conceptos y valores instalados en la marca. Así como
las marcas inundan el imaginario cultural, la cultura invade la lógica del
mercado, asignando significado, valores y narración a las marcas,
mercantilización de la cultura y culturización de la mercancía. El dominio de
la marca por sobre el producto es equivalente al de la personalidad sobre las
ideas en política.
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