Crear o Morir. El desafío de Latinoamérica

¿Qué es lo que hace que los países crezcan? 

“Se trata de una pregunta fundamental, que debería estar en el centro del análisis político de nuestros  países (latinoamericanos)”.  
Tal el planteo que realiza el periodista y escritor argentino Andrés Oppenheimerial advertir en su libro  “Crear o morir” lo siguiente: “estamos viviendo en la economía global del conocimiento, en que las  naciones que más crecen —y que más reducen la pobreza— son las que producen innovaciones  tecnológicas”.


Vender el diseño

Los países avanzados exportarán cada vez menos productos y cada vez más planos y diseños de productos. El nuevo mantra de las industrias manufactureras será “vender el diseño, y no el producto”. 


O sea, vamos a comprar los diseños de nuestra ropa, nuestros muebles y hasta nuestros alimentos por internet, hacerles los cambios que queramos y —si no tenemos una impresora casera capaz de fabricarlos— los ordenaremos en una tienda de 3D en el centro comercial más cercano a nuestro hogar.


La consigna de las empresas, y de los países, será: “Crear o morir”


Los autos sin conductores

Si no hubiera visto el auto sin conductor de Google con mis propios ojos, no lo hubiera creído.


Pero una demostración del auto —un Toyota Prius con una pequeña torre de control en su techo con tecnología de Google— que vi en Silicon Valley me convenció de que es muy posible que en la próxima década veamos cada vez más este tipo de autos en las calles de nuestras ciudades. 


Actualmente, algunos modelos de Mercedes Benz, Audi y Cadillac ya poseen sistemas de piloto automático que les permiten frenar y acelerar de manera autónoma en medio del tráfico, y hasta estacionarse por sí solos; pero todos estos autos todavía requieren que el conductor esté atento y preparado para intervenir en cualquier maniobra.


En cambio, el auto sin conductor de Google, y otros que están siendo desarrollados en todo el mundo con sensores que miden la distancia con los autos más cercanos, funciona sin necesidad de que el conductor esté prestando atención.


Hoy en día, los accidentes automovilísticos en USA causan 34.000 muertes y 240 000 heridos por año, y a nivel mundial la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que causan 1.2 millones de muertos y 50 millones de heridos anualmente. 


En la mayoría de los casos, los accidentes de automóvil son causados por conductores que beben de más, se duermen al volante, o se distraen escribiendo mensajes de texto en sus celulares, dice la OMS. 


“Los robots por lo general no beben —bromeó Templeton—. Y no se duermen al volante. Los autos sin conductor son muchísimo más seguros que los que usamos hoy en día”.


Según Google, los autos sin conductor reducirán el número de muertes por accidentes automovilísticos en 90%, y disminuirán enormemente el número de vehículos en las calles


Invertir las escuelas

Casi todos [los expertos] están de acuerdo con la premisa de que la estrategia de invertir las clases funciona”, señalaba The New York Times en un artículo de primera plana sobre las flipped schools. 


El periódico citaba a Justin Reich, un investigador de tecnologías educativas del Centro Beckman de la Universidad de Harvard, quien afirmaba que las “escuelas al revés” son “el único tema del que escribo en el que hay un amplio consenso a favor”.


Bill Gates estaba en el escenario, respondiendo preguntas de un entrevistador ante el público y contando que había descubierto un sitio de internet extraordinario llamado khanacademy.org, y que lo estaba usando él mismo para ayudarle a su hijo Rory, de 11 años, a resolver problemas de matemáticas y álgebra. 


Gates contaba que Rory estaba “devorando” los videos cortos de Khan de todas las asignaturas. Acto seguido, el fundador de Microsoft relataba la historia de Khan, y cómo había renunciado a su trabajo de banquero para dedicarse de lleno a mejorar la calidad de la educación.


Al momento de escribir estas líneas, coursera.org estaba ofreciendo más de 400 cursos —con videos y exámenes interactivos— que en apenas dos años ya habían sido tomados por 5.5 millones de personas. 


En Latinoamérica, además del Khan Academy, estaban creciendo a toda máquina portales como educabilia.com, educatina.com y kuepa.com, con conceptos similares.


Ganar más no es lo único ni lo más importante

Lo mismo ocurre en todos los órdenes de la vida. Si una empresa se pregunta cómo vender más, limita su esfera de pensamiento a cómo mejorar los productos que fabrica, agilizar sus redes de distribución, o mejorar sus estrategias de mercadotecnia. 


Pero, en cambio, si se preguntara cómo aumentar sus ingresos y contribuir más a la sociedad, podría ampliar dramáticamente su campo visual y encontrar nuevos productos o servicios que jamás había contemplado. 


De la misma forma, si como personas nos limitamos a preguntarnos cómo podemos hacer para progresar en nuestros empleos, nos estamos limitando a una esfera de posibilidades muy reducidas. Quizás, deberíamos preguntarnos: ¿Qué puedo hacer para satisfacer mis necesidades económicas, mejorar mi calidad de vida y ser más feliz?


Ojo con los disparates que pueden ser muy útiles

Otra forma de cambiar el lente con que vemos las cosas, sugerida por Luke Williams en su libro Disrupt, es reemplazar nuestra hipótesis de trabajo por una afirmación intencionalmente disparatada. 


Para lograrlo, Williams sugiere poner patas para arriba o negar de plano la hipótesis con la que estamos trabajando. 


Por ejemplo, en el caso de la pregunta sobre cómo mejorar nuestras escuelas, con edificios de ladrillo, aulas, pizarrones y pupitres, Williams sugiere que nos preguntemos: ¿Qué pasaría si tratáramos de educar a nuestros hijos sin ninguno de estos elementos? 


Al igual que cuando reformulamos la pregunta enfocándonos en cuál es nuestra meta final, poner una pregunta tradicional patas para arriba nos puede abrir los ojos a soluciones revolucionarias, afirma. 


Cualquiera que sea la fórmula, lo cierto es que una de las claves para crear una cultura de la innovación es —como en las pruebas de visión cuando vamos al oculista— cambiar el lente con el que miramos las cosas. 


En las escuelas, en las empresas, en los gobiernos, deberíamos incluir una rutina de estimular el análisis de los problemas desde varios ángulos, mediante el planteo de diferentes preguntas. Muchas veces, el secreto no está en la respuesta, sino en la pregunta.


La diferencia entre Asia y América latina

¿Cómo explicar que Vietnam, un país comunista, con otro alfabeto, tenga más jóvenes preparándose en las universidades estadounidenses que México? 


La primera explicación es que los países asiáticos, desde que China inició su exitoso giro hacia el capitalismo en 1978 y comenzó a reducir la pobreza a pasos acelerados, se han zambullido de lleno en la globalización.


Los latinoamericanos mientras tanto nos hemos quedado sentados mirando de lejos, y aferrándonos a viejas ideologías nacionalistas y estatistas del siglo XIX.


¿Un cafe? No es tanto el consumo como el aumento del valor

Una taza de café que se vendía en tres dólares al consumidor en Estados Unidos, apenas 3% regresaba al cultivador de café en Colombia, Brasil, Costa Rica, Vietnam o en cualquiera de los otros países exportadores de esta semilla. 


El 97% restante iba a los bolsillos de los responsables de la ingeniería genética del café, el procesamiento, el mercadeo, la distribución, la publicidad y otras tareas que forman parte de la economía del conocimiento.


Desde entonces, la tendencia se ha acelerado aún más: los países que han agregado valor al café —produciendo cafés con sabores exclusivos, cafés medicinales, galletas de café, licores de café, máquinas para hacer café con cartuchos de café, o abriendo cadenas de distribución y ventas en el exterior— se han beneficiado enormemente


Según un estudio de Bain & Company, “el café es un ejemplo de cómo un producto de baja tecnología se puede mejorar para crear mayor valor económico”. 


Mientras una taza de café simple en Estados Unidos se vende en unos 50 centavos de dólar, una taza de café premium que ofrece una cadena como Starbucks se vende hasta en cuatro dólares. 


Si a lo anterior agregamos otras innovaciones como las máquinas de café expreso —que se venden en unos 300 dólares— y el nuevo mercado de cartuchos de cafés especiales para estas máquinas, la industria del café se ha disparado en los últimos años para convertirse en un mercado de 135 000 millones de dólares anuales. 


Mientras que el consumo de café en el mundo aumentó sólo 21%, las innovaciones han hecho aumentar el valor de la industria 80%, según el estudio.


De fracaso en fracaso… el hombre que no usa peluquín

La famosa definición que dio el primer ministro británico Sir Winston Churchill de que “el éxito es el resultado de ir de fracaso en fracaso, sin perder el entusiasmo” es una de las principales características comunes de las sociedades innovadoras.


Poco antes de entrevistarlo, había leído varios artículos sobre la trayectoria de Trump, la cual estaba poblada de fracasos. Varias de sus empresas se habían declarado en bancarrota. 


Además, Trump había iniciado una aerolínea, Trump Airlines, que fracasó estrepitosamente, así como una marca de vodka que no logró sobrevivir mucho más allá de su lanzamiento. 


Para mi sorpresa, cuando le pregunté qué había aprendido de sus fracasos, reaccionó con enojo. Meneando la cabeza, al punto de sacudir la melena rubia que se cansaba de insistir ante la prensa que no era un peluquín, me dijo: “Yo no fracasé para nada”.


“Pero usted se declaró en bancarrota tres veces…”, repliqué de la manera más cordial que pude. “No fueron fracasos, lo que hice fue aprovecharme del sistema legal”, respondió.


Reconocer los fracasos

Pero no fue hasta la semana siguiente, hablando con Wadhwa en Palo Alto, que pude apreciar de lleno la gran diferencia entre los magnates del mundo de la innovación de California, Seattle y otros estados de la costa oeste de Estados Unidos —como Gates, Jobs y Zuckerberg— y los magnates del mundo de los negocios inmobiliarios y financieros de Nueva York.


Los primeros vestían jeans, camisetas y sandalias, trataban de salvar el mundo con sus innovaciones y sus fundaciones de caridad, y hablaban con orgullo de sus fracasos. 


Los segundos, como Trump, vestían camisas blancas almidonadas con corbatas acartonadas, no le prestaban mucha atención a las causas sociales, y negaban sus fracasos comerciales como si se tratara de derrotas vergonzosas. Y mientras muchos de los primeros minimizaban sus fortunas, los otros las magnificaban.



Fracasos exitosos: Bell y Ford

Alexander Graham Bell, el inventor del teléfono, fue rechazado por la compañía que hoy se llama Western Union cuando ofreció venderle su patente del teléfono por 100 000 dólares. 


Según una historia que figura en el libro La historia del teléfono, publicado por Herbert N. Casson en 1910, el ejecutivo de la Telegraph Company (hoy Western Union) que recibió la propuesta preguntó con la mayor cortesía que pudo: “¿Para qué le serviría a nuestra empresa comprar un juguete eléctrico?”


Otra versión de esta historia, probablemente apócrifa pero que es utilizada en las principales escuelas de negocios del mundo, afirma que el comité de Western Union a cargo de estudiar la propuesta de Bell había concluido que la idea del teléfono era “una idiotez”. 


Según el texto del presunto memorándum del comité que evaluó la propuesta, los ejecutivos de la Western Union habrían dicho que la calidad de la transmisión del aparato de Bell era tan mala que su proyecto no servía para nada. 


“¿A quién se le ocurriría usar este torpe aparato cuando se puede enviar a un mensajero a la oficina de telégrafo y remitir un mensaje escrito con total claridad?”, habría dicho un miembro del comité.


El pionero de la industria automotriz, Henry Ford, fabricó más de una docena de modelos de automóviles antes de inventar el Ford T, el primer auto de uso masivo producido en serie. 


Sus biógrafos dicen que llamó a su modelo el Ford T porque había empezado con un modelo “A” y tuvo que perfeccionarlo 19 veces —entre prototipos y autos terminados— antes de llegar a la letra T.


No son locos, pero tienen menos filtros mentales

Entonces, ¿es cierto que la gente creativa tiene una dosis de locura? Según Carson, sus propias investigaciones en Harvard no concluyen que estos rasgos genéticos en sí mismos promuevan la creatividad, pero afirma que este tipo de personalidades poseen menos filtros mentales, lo que ayuda a explicar los momentos de “eureka” que tienen los genios cuando realizan un nuevo descubrimiento. 


Las mentes de estas personalidades especiales, al tener menos filtros, permiten que ideas tanto alucinaciones como pensamientos o intuiciones que luego resultan ser genialidades— pasen del estado inconsciente al consciente, afirma Carson.


Dónde florecen los genios

Las grandes innovaciones no son chispazos de genialidad en medio de la nada, sino que son el resultado de mentes creativas que se nutren de otras mentes innovadoras en ciudades o vecindarios llenos de energía creadora, experimentan incansablemente nuevas tecnologías, toleran los fracasos, y tienen la audacia necesaria para imponer sus invenciones ante mil obstáculos.


Un reciente estudio de psicólogos estadounidenses y alemanes, publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, confirma que los genios —y las mentes creativas en general— suelen florecer en las mismas ciudades o en los mismos espacios dentro de las mismas ciudades.


El estudio examina la creatividad y la propensión a crear emprendimientos de más de 600.000 personas en Estados Unidos, y concluye que los innovadores tienden a juntarse entre sí. “Las personalidades emprendedoras tienden a estar agrupadas geográficamente”, afirma, agregando que el mismo estudio en Alemania y en Gran Bretaña llegó a la misma conclusión.


Lo mismo ocurre en América Latina, donde están surgiendo enclaves dentro de las ciudades con grandes aglomeraciones de jóvenes atraídos por la tolerancia a los estilos de vida extravagantes, y donde está floreciendo la creatividad y la innovación, según me señalaron Wadwha y Florida. 


Antes, estas zonas bohemias eran vistas como atracciones turísticas. Hoy deben ser vistas como valiosos semilleros de innovación productiva, con enorme potencial económico, y mucho más importantes para el futuro de los países que los costosos parques tecnológicos y científicos creados por muchos gobiernos. 


De esos barrios de São Paulo, Buenos Aires, Ciudad de México, Santiago, Bogotá y otras ciudades latinoamericanas y europeas saldrán grandes emprendedores globales, afirman Wadhwa y Florida. 



Cambiar la mirada sobre la fuga de cerebros

Tal como lo escribí en esa columna titulada “Se busca un Messi de las ciencias”, los países latinoamericanos deberían aceptar y aprovechar al máximo las ventajas de la globalización de las ciencias, tal como lo hacen en el fútbol. 


Como se vio en el último mundial, el fútbol es una de las actividades más globalizadas del mundo: casi todos los jugadores de las selecciones latinoamericanas juegan en el extranjero, y gustosamente regresan a sus países periódicamente para jugar con sus selecciones nacionales. 


Eso no ocurre sólo con potencias futbolísticas como Argentina o Brasil, cuyas estrellas desde hace mucho tiempo juegan en las principales ligas europeas, sino con países más pequeños, como Costa Rica y Chile.


La globalización ha ayudado a mejorar la calidad de sus jugadores. ¿Por qué no aceptar lo mismo con los científicos? ¿Por qué muchas veces los descartamos como parte de un fenómeno de “fuga de cerebros” —un concepto del siglo XIX— en lugar de aprovecharlos como parte de un nuevo fenómeno conocido como “circulación de cerebros”?


En el mundo globalizado del siglo XXI, los países que más progresan generan una “circulación de cerebros” que beneficia tanto a los países emisores como a los receptores.





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